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La Luna: De las Cosas que hay en el cielo...

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Como todo, la cosa comienza con la Luna... Lo más cercano, lo más visto y común, su influencia es observable en los portentosos fenómenos incontrolables de la naturaleza. Reina y señora de la noche. Vigilante eterna y muda ya sea sobre el negro manto o sobre el luminoso cielo. Ella rige las mareas, los partos y los crecimientos. Influye en la meteorología de la Tierra como cualquiera puede verlo aún mirando hacia sus pies en el suelo, porque astronómicamente está acá nomás como bien se nota. Tan sólo a unos 360.000 km., y aunque desde aquí nos parece mucho más cercana, 30 días completos de viaje en un avión de línea serían necesarios para llegar hasta allí. Imaginen pasar un mes a bordo de un Jumbo para poder llegar a ella, o cinco meses en un tren común de pasajeros. Siempre y cuando podamos hacer que los trenes o los Jumbos viajen por el espacio, claro. En 1969 la tecnología humana en un esfuerzo económico sin precedentes envió a tres hombres enlatados al natural hacia allí en tan solo una semana con el norteamericano programa Apolo. El ingenio aplicado a las leyes que rigen el movimiento planetario en el espacio, la tecnología de materiales existentes y montones, muchos montones en verdad, de dinero lo hicieron posible. Neil Armstrong posó por primera vez su pie allí en nuestro nombre y unos pocos otros lo han hecho luego, más no todos nosotros. No quiero decir que en los hechos sino concientemente como especie, pues, si vamos al caso, seguimos viviendo en algo así como en la edad de piedra.
Alejandro Fau | La Luna: De las Cosas que hay en el cielo...

Aunque sí, es cierto que hemos cumplido uno de los anhelos de la humanidad posando nuestro pie en la Luna, un muy antiguo anhelo. Fue el anhelo del primer humano que quiso arrojar su piedra o disparar su flecha contra ella para sentir que así la dominaba de algún modo y poder así poseerla completamente luego para hacer con ella lo que le venga en gana. Pero no fue por otro anhelo más altruista que ese. Un berretín tecnológico si vamos al caso, lo mismo que las bombas neutrónicas y las de hidrógeno, porque, si es que podemos ¿entonces por qué no hacerlo? Un logro de una ciencia sin conciencia, paradójicamente, que es como decir algo así como una religión sin Dios o una completa falta de respeto. La luna es una parte esencial de nuestra vida en la tierra tal y como la conocemos. También, junto con el Sol y el resto del sistema, ella nos mantiene vivos. Porque en su devenir celeste, en su ir y venir, en su incesante crecer y decrecer, ella marca el ritmo de nuestro devenir diario en mucho más de un sentido. Moviliza los océanos y ejerce su influjo por sobre todas las aguas del mundo. También sobre todo fluido, sobre nuestras emociones y sobre nuestro inconsciente personal y colectivo. Sin ella en el cielo, la vida en la Tierra sería muy otra. Dos tercios del planeta están cubiertos por el agua, y tres cuartas partes de nuestro propio organismo está compuesto por ella. La Luna es la Reina de las Aguas como dice Plotino, y es tan cierto como que el buen navegante sabe que ella es de un influjo importante en cualquier travesía. Sobre todo si se trata como ahora, de partir con la marea alta y adentrarnos en los misteriosos mares desconocidos para afrontar lo que allí exista. Es muy bueno para el intrépido piloto que surque esos mares el saber del clima imperante dentro y fuera de la nave que lo transporta, pero aún más en aquella que constituye su reducido sí mismo.

 

Fases LunaresDentro de la compleja mecánica celeste astronómica, como así también en la astrológica, la Luna es el primer engranaje de nuestra conexión con el mundo. Una herramienta susceptible de ser utilizada para lograr nuestros fines, pero casi imposible de poder dominarla completamente, pues como todo, tiene sus propios límites y estos no pueden ser rebasados sin romperla. Astrológicamente la Luna representa nuestros más básicos mecanismos de supervivencia física y psicológica. Rige por sobre los sistemas autónomos de nuestro cuerpo, los que hacen que nos mantengamos vivos pese a no mediar en ellos nada de nuestra atención consciente. La Luna es la que hace que respiremos y que la sangre fluya nutriendo cada célula de nuestros cuerpos sin que tengamos que pensarlo siquiera, es la que nos moviliza a comer, a beber, evacuar y reproducirnos. La Luna es nuestro más básico modo de actuar, es lo que comúnmente llamamos instinto de supervivencia. Cada uno reacciona ante las diferentes cosas de su devenir diario inconscientemente por medio de la energía lunar y de la propia modalidad que ella lleva impresa. Ésta se ve representada en el lenguaje astral que aquí utilizamos por el signo zodiacal en que se encontraba al momento de nacer. Esta misma modalidad es la que tiñe y conforma gran parte de la personalidad que nos caracteriza y por medio de la cual somos fácilmente identificados y reconocidos por los otros.

 

La energía lunar es una parte muy importante en el tratamiento y diagnóstico de las enfermedades para la medicina simpática iniciada en el Siglo XVI por Agrippa y Paracelso, y continuada hasta nuestros días por distintas ramas de ella. Por medio del conocimiento de ésta, nos dicen, pueden reconocerse en el paciente predisposiciones y rechazos tanto a los distintos males y remedios como al momento en que deben prepararse y aplicarse estos últimos para que sean eficaces. Aún hoy día se sigue su rastro en el cielo para saber los tiempos de la siembra y la cosecha, el momento de las pariciones del ganado, y para dar cuenta del desarrollo y crecimiento de los fetos y el tiempo de los partos. Algunos estadistas dan cuenta de la notable variación del índice de criminalidad y violencia, o del consumo, según sea su fase celeste. La Luna, como vemos, es una presencia muy importante en nuestra cultura y desarrollo humanos, más no le dedicamos mucha de nuestra atención consciente. Lentamente nos fuimos separando de ella absorbidos por nuestros intereses mundanos, sin ver la importancia a veces sutil, pero decisiva, que ella tiene en esos mismos asuntos. Para comenzar, sin ella nosotros no estaríamos siquiera aquí. Según la moderna concepción cosmogónica, el nacimiento de nuestra Luna fue lo que posibilitó en desarrollo de la vida en la Tierra.

 

formaciónCuando aún éramos una masa caliente de roca fundida un meteoro enorme impactó contra nosotros. Un gran cometa nos dio de lleno arrancando de nuestro seno protoplanetario una masa que se proyectó al espacio y acabó transformada en nuestra Luna, y que con el hielo de sus aguas bañó el mundo. Esta moderna teoría científica denominada panspermia, nos habla al igual que los antiguos mitos diciendo que la Luna y todo ha nacido de la unión de la Tierra con el Cielo, y esgrime como prueba física la cicatriz de dicho evento en la corteza terrestre señalándola como Océano Pacífico. Si esto no hubiera sido de este modo, al menos científicamente, no hubiésemos tenido el agua suficiente para desarrollar la vida en la Tierra y, por supuesto, no estaríamos aquí nosotros para poder contarlo. Del trauma del nacimiento ha dado debida cuenta la ciencia psicológica en su conjunto, como que del barro primigenio es que fue creado todo lo vivo según sostienen la mayoría de las religiones. El saber de dónde provenimos y quiénes o qué somos en realidad, ha constituido una constante pregunta y preocupación desde siempre para los humanos como especie. Más a lo largo de nuestro evolucionar nos hemos ido dando cuenta, que nuestro origen está ligado a la Luna en más de un sentido.

 

Astrológicamente la Luna nos habla de la cualidad material de la que estamos constituidos en la forma. Psicológicamente nos habla del hogar en su amplio espectro de significados posibles: Lo que convoca, reúne y contiene. La Memoria, la Tradición, Madre, Familia, Tribu, Nación, etc. También de hábitos adquiridos o heredados, de las pautas que nos dan seguridad, y los instintos que nos movilizan a actuar. Esotéricamente la energía de la Luna es el mayor material que compone nuestro cuerpo emocional (lunar o astral), siendo quien rige al cuerpo vital (o etérico) y por medio del cual modelará la forma de nuestro propio cuerpo físico (sublunar); y que, por supuesto, se encuentra por debajo de nuestro cuerpo mental (el que está constituido por la materia solar) y de nuestro cuerpo espiritual (compuesto de la materia estelar) Pero no hablábamos de ello. El trabajo de destilación alquímica necesario para la depuración de esta energía emocional en la conciencia humana, está representado por la secuencia de los signos zodiacales sobre los que ejerce su peculiar regencia: naturalmente rige a Cáncer; esotéricamente a Virgo; y jerárquicamente al signo de Acuario. El cómo y el por qué, debiera ser obvio para cualquier astrólogo que la lea en una carta natal al evaluar una estructura.

 

otro ladoLa Luna, tal cual la vemos, tiene dos caras aunque sólo veamos una, ya que la rotación de su propio eje está sincronizada con su rotar en torno nuestro. Esa otra cara no deja de ejercer su influencia por esto. Lo cierto es que ese lado invisible es la mitad del influjo que mueve nuestras mareas. Su posición, o fase, con respecto del Sol nos dice mucho en una carta sobre el tipo de sombra que arrastra su energía de manera conciente, y nos acerca más al sentir del propio individuo ante la circunstancia de su devenir en el mundo. Esta sombra de la energía es fuente de aquellos mecanismos inconcientes que son tales mientras no se pueda ver que son una magnífica herramienta. El fluir de la energía es la que activa todas las herramientas posibles, aquellas que no utilizamos de manera conciente se utilizan a sí mismas formando mecanismos y refinándose a sí mismos ad infinitum. Al finito en realidad porque algún día te mueres, pero lo hará mientras dures. No es tan malo después de todo, te mantiene así vivo como estás y eres. Sin sistemas autónomos que se encargaran de hacernos respirar, por ejemplo, sin tener que ocupar nuestra mente conciente en ello todo el tiempo, pues, ya habríamos muerto hace mucho de hambre y frío. Éstos mecanismos se encuentran en la sombra natural y permanente que no puede abarcar nuestra conciencia. Cuando hablamos aquí de la sombra que arrastra la energía en determinada fase, nos referimos a la parte que no vemos de todo lo posible. Pues la otra, la permanente, y por nuestro bien, solo podemos atisbarla.

 

La Luna representa lo conocido. Es algo que no sorprende, pues ha estado con nosotros desde que nacimos y no podemos siquiera imaginarnos un cielo que no la tenga. Ella gobierna nuestros más secretos temores a partir de los cuales accionamos y reaccionamos en nuestro devenir diario. Dentro de la compleja estructura de una carta natal, la Luna nos informa de muchas cosas. La primera, nos hace saber de los mecanismos inconscientes del individuo. Si queremos estar en armonía con alguien, debemos sintonizar adecuadamente con su energía Lunar. Estar contrapuestos a ella, generará antipatía de un modo casi inmediato. Nada más fácil para agradar a una persona en particular que satisfacer la energía de su Luna. Esto se vuelve muy patente en el trato con los niños, ya que ellos manifiestan de un modo marcadamente evidente la energía Lunar que les pertenece de un modo continuo. Sus pequeños cuerpos son incapaces de contener la totalidad de la energía planetaria que traen al mundo, proyectando la gran mayoría de ella sobre su entorno en distintas figuras (padres, maestros, situaciones, etc.) Los educadores debieran prestar atención a este hecho para lograr atrapar la atención de cada uno de los jóvenes que tienen a su cargo, y para comprender plenamente las reacciones y predisposiciones a la hora de adecuar los contenidos para obtener así un mayor provecho en la comprensión que esperan de ellos.

 

Luna-ChinaDentro de la Astrología tradicional su energía da cuenta también de la que aparece representada, en su faz más básica, de la energía de la Tierra como planeta en la Astrología Esotérica, hecho que está representado simbólicamente en su regencia sobre el signo zodiacal de Virgo. Muchos de los sistemas astrológicos de diferentes culturas están basados en ella, como la Astrología China y la India. A partir de ella y su movimiento celeste se trazaron los primeros calendarios de la civilización humana. La palabra inglesa para mes, month, proviene de moonth, una forma sajona primitiva para lunación (siendo la palabra moon, ‘Luna’ en inglés), debido al primitivo uso de un calendario lunar en la cultura sajona. De forma similar, el nombre neerlandés de la Luna es maan, y la palabra neerlandesa para "mes" es maand. En castellano el primer día de la semana, «lunes», tiene su raíz en el «día de la Luna» (Lunae dies, en latín). Esto se puede ver también en el idioma inglés, en que monday viene de moon day, en italiano —Lunedi—, en francés donde se llama Lundi y en neerlandés donde se llama Maandag. En el idioma turco, la palabra Ay (mes) también significa luna. El origen de esta coincidencia es el hecho de que el musulmán es un calendario Lunar. En los idiomas chino y japonés las palabras 'luna' y 'mes' se escriben con el mismo carácter: (lo que se conoce como kanji en japonés o hanzi  en chino), debido a que ambas culturas emplean también calendarios lunares. Los kiliwa (al norte del estado mejicano de Baja California) creen que la Luna es una potencia masculina. Según su propia mitología, el dios de la Luna fue el creador de todo el universo. Una de las etimologías más comunes sobre el origen de la palabra México nos dice que significa: "Lugar en el centro de la luna" o más precisamente: "En el lago de la luna"... los Mayas tenían un calendario lunar.

Su representación aparece en los primeros grafismos y es figura central en los panteones teísticos de las distintas religiones. Representa la energía femenina primaria en cualquier sistema simbólico del que podamos dar cuenta, y es una de las figuras centrales, junto con el Sol, de la primigenia pareja de la cual se engendró toda la vida según reflejan todas las primitivas religiones del mundo. Desde los orígenes de la humanidad han existido inquietudes por el culto y el estudio de la Luna. Existen indicios que confirman la existencia de pueblos de Polinesia, Melanesia, tribus del Amazonas o africanas que han tenido a nuestro satélite por un ser vivo que compartía con ellos sus alegrías y tristezas. Los papúes la llamaban Bimbazo. En el cercano Oriente cobró gran importancia el culto a la Luna: así sabemos que en la ciudad de Uruk adoraban a Nik y en algunos templos se rendía culto a Bilquis-Ilumquh, el dios lunar. Escritos antiguos nos relatan como en la ciudad de Ur, patria de Abraham, existía un ser llamado Nannar al que se le rendía culto y respeto, en Erech adoraban a Nana y en Egipto existió un dios local llamado Khonsu. Más tarde se recurrió a Thoth considerado como el "padre" de las matemáticas y otras ciencias, si bien su brillo se apagó al ser desplazado por la fulguración de Isis, símbolo lunar y diosa del amor. En Fenicia la diosa Astarté de claro origen sumeroarcadio, denominada Ninnin en sumerio e Ishtar en Acadio, era la homónima de Isis. La mitología grecolatina contaba entre sus filas con Selene, la cual con el tiempo pasó de moda y dejó su puesto a otra diosa de similares poderes llamada Artemisa en Grecia y Diana, en Roma. En la mitología nórdica era llamada Máni. Los Muiscas adoraban a la luna, la llamaban Chia (hoy este nombre lo lleva una ciudad cercana a Bogotá).

LunaxA partir de su observación los seres humanos comenzamos a inferir nuestra verdadera situación en el Cosmos y a develar los principios de la mecánica celeste. Una de las primeras veces que se intentó ofrecer una visión racional y científica de lo que era la luna, fue en la Antigua Grecia. La propuso el filósofo Anaxágoras quien razonó que tanto el Sol como la Luna eran dos cuerpos gigantes, rocosos y esféricos y que la luz emitida por la Luna no era más que luz reflejada del Sol. Su idea ateísta del cielo fue una de las causas de su encarcelamiento y posterior exilio. En la Edad Media, antes de la invención del telescopio, cada vez más gente fue reconociendo que la Luna era una esfera ya que se creía que tenía que ser "perfectamente lisa". En 1609, Galileo Galilei observó por primera vez la Luna con telescopio y afirmó en su libro Sidereus Nuncius que no era lisa ya que tenía cráteres. Más tarde, aun en el siglo XVII Giovanni Battista Riccioli y Francesco Maria Grimaldi trazaron un mapa de la Luna y dieron nombre a muchos de esos cráteres, nombres que se mantienen hasta hoy día. Newton basó sus cálculos en ella para lograr una explicación racional de la fuerza de gravedad y de las leyes que la rigen. Así como representa el primer escalón en la denominada pirámide Caldea de iniciación humana, fue el primer objetivo extraterreno a ser alcanzado por la moderna astronáutica para poder algún día llevarnos más allá.

Desde antiguo, nuestro conocimiento del cielo y su evolución nos ha sido de suma utilidad en el desarrollo de la cultura y tecnología humanas en su conjunto, y todo esto ha comenzado con lo más simple, con aquello que siempre nos fue obvio y que nos ha acompañado desde que existimos, con la Luna. En este moderno 2009 declarado por las Naciones Unidas como Año Internacional de la Astronomía, no nos hacen falta súper telescopios ni tampoco grandes y complejos instrumentos científicos para adentrarnos en el mundo fascinante del conocimiento que nos dará las respuestas a los interrogantes más profundos de nuestra alma: ¿Quiénes somos?, ¿De dónde venimos?, ¿A dónde vamos?. Hoy como ayer, y como desde hace miles de años, contamos con todo lo necesario en nosotros mismos para poder hacerlo: Nuestros ojos, nuestra memoria, nuestro propio sentir y nuestra propia y singular conciencia de ser y de lo que nos rodea.