El Falso Mercurio: Los Sistemas Coloniales de la Luna.

“Las Corporaciones son el Monstruo del Futuro”
Slogan de “Evangelion”, animé japonés de la década del '90

A nadie escapa que los medios de comunicación moldean y forman la mente de las personas y las sociedades más allá de los intereses particulares que pudieran tener éstas en su necesidad de mejorar efectivamente su calidad de vida. A quién escape ésto solo puedo desearle que alguna vez llegue a ser feliz en su ignorancia, aunque dudo que así sea; y a quién lo niegue, puedo decirle que tan solo pone en evidencia su personal conveniencia de que ésto, aún siendo cierto, se deba ocultar para que él, o ella, pueda lograr algún egoísta provecho con ello. Hoy no es tan importante la colonización de los territorios sino la de la cultura de un pueblo para lograr el éxito en la guerra imperial por el dominio hegemónico del poder y la economía. Hoy importa más que los futuros explotados y expoliados de su trabajo y bienes deseen serlo, y que estén dispuestos a entregarse a sus opresores tan solo para que el esclavista les de un par de palmaditas en la espalda a la vista de todos por su servil y obsecuente buen comportamiento como premio. Para lograrlo es necesaria la implantación de ideas en la mente de las personas que forjen la supuesta necesidad y el profundo deseo de ello, y para hacerlo no hay mejor canal que los medios de comunicación escrita y audio-visual de todo tipo, por lo que su completo control es de vital importancia y debe garantizarse a cualquier precio. Es la guerra de la des-información y de la propaganda quien mejores resultados ha brindado a los imperios modernos en su afán de imponer una hegemonía del pensamiento político-económico-religioso, la que garantizó su dominio y su permanencia a lo largo del tiempo. Esta modalidad de la manipulación y distribución de la información a nivel masivo se corresponde con el estadio Mercuriano del nivel Lunar en el desarrollo de la consciencia colectiva, y opera directamente en el estrato inconsciente de la masa. Mas ésta práctica va quedando cada vez más en evidencia a medida que avanza esta revolución del pensamiento que estamos atravesando, gracias al devastador efecto que provoca el Tránsito de Plutón por el Signo de Capricornio que implacable demuele las arcaicas estructuras mentales ancladas en el nivel Lunar, permitiendo que la conciencia acceda al nivel Mercuriano Puro y a su evaluación crítica, la que eufemísticamente definimos de manera sintética y simple como: despertar.

Antes de comenzar a entrar de lleno en materia, vale que hagamos una simple aclaración tanto para el lector profano como para aquellos estudiantes de la astrología que recién se inician y no tienen aún incorporada la dinámica de expresión de las energías planetarias; pues muchos se preguntarán, y con razón, leyendo lo anterior qué es lo que quiero decir cuando me refiero al “estadio mercuriano del nivel Lunar”. En artículos anteriores nos hemos referido muchas veces a las peculiaridades que tiene el Astrológico Lenguaje Sagrado y sobre las diferencias que presenta respecto de los lenguajes comunes, en contraposición llamados Profanos, que utilizamos en el cotidiano para comunicarnos entre nosotros habitualmente. Una de éstas particularidades es su cualidad de ser, a un mismo tiempo, multidimensional y holográfico. Muchas veces los estudiantes prestan poca atención a ésto, cuando al inicio se les explica qué es la Astrología y en qué consiste habida cuenta del apuro que tienen por pasar a temas más “interesantes” para saber si es que finalmente se ganarán la Lotería o no en el curso de sus vidas, mas al enterarse luego de que se habla de otra cosa y no de satisfacer infantiles fantasías que le han sido implantadas por el entorno cultural en que han crecido, ya lo han olvidado y pasan velozmente del asunto no terminando de entender nunca de qué le están hablando en realidad cuando llegan, si por ventura lo hacen, a los cursos superiores. Pero esto reviste singular importancia cuando nos referimos a lo astrológico y su expresión en un tema tan sutil y delicado como es la consciencia humana tanto individual como social. Diremos, en tren de simplificar al máximo por razones de espacio, que cada nivel de desarrollo (representado en la Pirámide Caldea como un escalón ascendente por cada uno de los planetas personales) hay substratos en ellos que se corresponden holográficamente con la totalidad del conjunto, y que cada uno de éstos representa la visión de las diferentes energías implicadas desde ese exclusivo nivel planetario dando así una falsa idea de completitud y de cosa inamovible y acabada. Esto constituye un tipo de prejuicio sobre lo que las energías representan en realidad, a fin dejarlo más en claro. Es así pues como existen multitud de supuestos “iluminados” que se creen el sumun de la evolución y que no han llegado siquiera a comenzar con su desarrollo consciente. Actualmente los seres humanos, en la media de su conjunto, estamos agotando el nivel de la consciencia Lunar de un modo francamente acelerado, lo que puede claramente verse, por ejemplo, en el completo desarrollo del prejuicio de “identidad” producto de haber llevado hasta el extremo la falsa creencia de lo que en verdad somos, representado por el substrato Solar de la Luna que se corresponde con el Ego psicológico, viéndolo fracasar en este histórico fin de ciclo expresado en el derrumbe de su máxima expresión social que dimos en llamar El Capitalismo, por nombrar solo un aspecto que nos ilustre la dinámica colectiva más evidente para todos... Ah! y para quien se pregunte el por qué los símbolos planetarios en el gráfico aparecen en orden descendente y no a la inversa, deben saber que si hablamos de una dinámica holográfica multidimensional los conceptos tales como “arriba” y “abajo” carecen de todo sentido [:)} Tratándose éste de un artículo sobre algún nivel de Mercurio, si bien crítico y serio en sus conceptos, los retruécanos, adivinanzas y el humor, no podían estar ausentes. Ahora sí, vayamos a lo nuestro.

Desde hace relativamente poco tiempo un nuevo tipo de programa periodístico ha cobrado impulso. Nacido a la luz del fenómeno televisivo del Reality Show, también de bastante moderna aparición, en que el mercado del entretenimiento supo interpretar de modo correcto el agotamiento del público por las mediocres ficciones que se seguían produciendo desde el inicio del medio como principal canal de ingresos y manipulación del inconsciente de la masa general, imponiéndole los valores convenientes que debían ser incorporados por el pueblo a fin de controlarlos de manera efectiva, fue que se impuso el mostrar “la realidad”, o al menos un sustrato de la ficción más cercano a ella; se trata de programas en donde los medios de comunicación son analizados desenmascarando falsedades, operaciones políticas y manipulaciones de diverso tipo. Pero como los anteriores, en los que la supuesta realidad ya muestra claras y patéticas evidencias de que siempre fueron solo ficciones un poco más sofisticadas (aunque muchos ingenuos aún crean que son reales), algunos ya comienzan a mostrar graves falencias en su desempeño periodístico. Es indudable, pese a ello, su carácter didáctico, ya que incita a que la gente piense por sí misma y evalúe el que cuando alguien dice algo tenga en cuenta el quién lo dice, por qué lo dice y en dónde y por qué medio lo dice para saber qué es en verdad lo que se pretende al decirlo. Pero la mayoría de las personas no está dispuesta a hacer éste ejercicio, y sus responsables lo saben, ya que fueron formados para consumir como verdad cualquier cosa que les sea bien vendida como tal. Es ahí donde estas falencias comienzan a cobrar una singular importancia. Restringiré éstas a solo dos que son, a mi criterio, las más importantes sin que por ello las otras dejen de existir. La primera es el claro y manifiesto partidismo que comienzan a adquirir. Esto lleva a mostrar solo la realidad que conviene a su posicionamiento político invisibilizando la inconveniente a él, y la consecuencia de ésto probablemente será la masiva proliferación de este tipo de programas adaptados a los distintos gustos partidarios de los consumidores, retro-alimentándolos eso sí, en donde se desate una verdadera batalla campal mediática de ofensivas y contraofensivas no muy diferente de los programas de chimentos de la media tarde y sus “guerras de Vedettes”, y que harán las delicias de la audiencia al tiempo que acrecentarán los ingresos por publicidad, pero que aún encubrirán e invisibilizarán, todos juntos, la inconveniente verdad de los intereses reales que subsisten en la necesidad de que dicha manipulación se siga llevando a cabo: La insaciable acumulación de Poder al servicio de un mercado que sustenta la dominación de unos por sobre los otros. La segunda incide mucho en la anterior y es la verdadera escasez de la información real a la que se tiene acceso, aún en los niveles de investigación histórica o periodística, ya que la difusión de verdades “sensibles” no siempre es considerada conveniente debido al altísimo riesgo que implican para la salud de quien lo hace, y se la suele ocultar muy muy bien o, simplemente, es eliminada desde su origen. Debido a ello es que probablemente aún sigamos viviendo en un mundo de medias verdades durante mucho tiempo más, aunque éstas sean tan sesgadas y dañinas como la más atroz de las mentiras (las que, por cierto, seguirán existiendo).

Hace poco visitaba a unos amigos en su casa y al llegar fui a saludar a sus hijos que se encontraban mirando la televisión. Al preguntarles qué es lo que hacían, Jazmín, de seis años, me respondió enojada mientras me apuntaba con un arma de juguete, con una afirmación: “Mati quiere aprender a ser un buen norteamericano y no quiere jugar conmigo a los marcianos”. Me quedé pasmado. Matías, su hermano de ocho, estaba muy emocionado y súper concentrado viendo una película de acción en donde explotaban autos y volaban tiros por todas partes mientras Mel Gibson perseguía terroristas Palestinos, o narcotraficantes Salvadoreños, o ilegales mexicanos, o mafiosos Chinos, o quizá una mezcla de todos ellos, no recuerdo muy bien, por la ciudad de Los Ángeles. Pensé que me hallaba frente a un monstruo de más o menos un metro de alto, pelo castaño, cara de niñita angelical y, repito, seis años, pero que razonaba como alguien de sesenta y que me miraba muy seriamente amenazando con desintegrarme si no la apoyaba en su reclamo de justicia galáctica. Le dije que pronto comeríamos y que Mel Gibson era Australiano aunque pareciera ser un buen norteamericano, quizá porque le pagaban muy bien por ello, pero que quizá Matías nunca lo sería aunque quisiera serlo gratis, y haciéndole un gesto de no darle mayor importancia al asunto terminé mi discurso. No creo que lo entendiera correctamente pero igual sonrió y me dio un beso porque sintió que estaba de su lado, y yo zafé de ser desprotonizado y quedar con aspecto de huevo frito plutoniano, supongo. Tardé apenas un par de segundos en asumir que lo de ser “un buen norteamericano” sin dudas era algo que había oído en la película, Hollywood siempre fue una maquinaria imperial muy eficientemente patriótica, que resignado lancé un suspiro y nos fuimos a por la cena. Ante este tipo de experiencias, como las de la cosificación femenina televisiva, su encubierta xenofobia o la burla y criminalización de los más desfavorecidos, solemos elevar nuestro airado reclamo por una televisión más educativa. Un gran error de concepto, la verdad. La televisión ES esencialmente educativa, una poderosísima y eficiente máquina educativa, y de continuo nos está educando, adoctrinando y formando nuestras mentes e insertándonos ideas, juicios y prejuicios las 24 horas del día, los 7 días de la semana y los 365 días del año. El problema es que nos está educando a nosotros y a nuestros hijos ¿en qué? ¿con qué? ¿para qué? Para tener el control claro está, y nuestro egoísta pensamiento Lunar tiene muy bien aceitado sus mecanismos mercurianos para ello. Nos muestra lo que le conviene a sus intereses y nos oculta compulsivamente lo demás distrayéndonos, mientras tanto, con bonitas imágenes infantiles o eróticas y supuestos escándalos políticos todos y cada uno de ellos fabricados con el viejo y siempre efectivo cartón pintado.

Para muestra basta un botón. Un reciente informe de la PNUD y la FAO (Agencias internacionales dependientes de la ONU que se ocupan de la alimentación y el desarrollo) advierten que en 2025 al menos dos tercios de la población del planeta no tendrá acceso libre y seguro al agua potable. La noticia no fue difundida por ningún medio masivo de comunicación pero en cambio las poderosas multinacionales, las que ya se han apropiado de las estratégicas fuentes de agua limpia, incrementaron las campañas de consumo de la misma por medio de potenciar el deseo de una “vida sana” no solo con publicidad específica fácilmente identificable, sino también reforzando su presencia encubierta en filmes, programas periodísticos de TV, deportivos, infantiles, moda femenina, etc., etc., etc., dejando en claro que lo importante son los beneficios económicos del incesante crecimiento de su precio y en ningún modo la salud e intereses de las personas. Lo mismo sucede con los probióticos en lácteos y alimentos de diverso tipo, que solo mantienen sanos los negocios y no tu organismo, ya que hacen que virus y bacterias muten en variantes aún más letales ocultándose tras rollizos rostros sonrientes de niños y familias felices. La industria farmacéutica, una de las principales en volumen de negocios a nivel internacional, se frota las manos de contenta pues no solo venderán aún más medicamentos, sino porque también ellas son las dueñas de las patentes de esas porquerías que le meten al los lácteos para hacerlos “más sanos” y de las que las vacas jamás oyeron hablar, aunque ellas mismas estén saturadas de antibióticos y hormonas que reducen artificialmente la cantidad de bacterias en el producto y aumentan la cantidad de la leche que producen contaminándola, aunque se lo oculta compulsivamente. Un logro de la química y la propaganda engañosa pseudo mercuriana al servicio de nuestra plutoniana luna que nos envenena mientras nos dice beatíficamente que nos está nutriendo y curando. Otro mecanismo, complementario del ocultamiento anterior, consiste en la naturalización de acciones aberrantes por parte de la población con sutiles sustituciones en el lenguaje cotidiano de la gente para evitar así el impacto emocional que podrían generar reacciones adversas al modelo de dominación que se pretende imponer. Es así como leemos que determinados productos implican un “potencial riesgo para la salud humana” en sustitución del término, más claro y verdadero de, “peligroso cancerígeno”; leemos cosas como “mínimos efectos colaterales en el éxito de una operación económica o bélica”, en reemplazo de “hubo una cruenta masacre de civiles o una impune vulneración de sus derechos”; nos dicen: “acciones sectarias que llevaron a su exilio político” cuando se refieren a un socio en sus intereses, en lugar de “la justicia nacional lo persigue por comprobados crímenes de lesa humanidad y enriquecimiento ilícito”; o en la etiqueta que reza: “Aditivo de uso permitido”, debiéramos leer: “Venimos logrando, gracias a nuestras astutas o ilegales acciones, que aún no lo prohíban”; y una enorme lista de etcéteras más o menos graves, o de similar calibre, que los invito a descubrir por ustedes mismos.

Tanto los medios de comunicación masiva como los sistemas formales de la educación pública en general, tienen como función y objetivo la fuerte construcción de “sentido común” en nuestras mentes y de eliminar nuestro “sentido crítico”. El primero de éstos sentidos, que se los suele confundir como sinónimos, hace que actuemos intuitivamente de un modo determinado y sin pensar de un modo conveniente a otros, y el segundo, que podamos reflexionar y actuar dependiendo de nuestros verdaderos y privados intereses. Los intereses económicos de los medios de comunicación, ya sean audio-visuales o escritos, no radican en los ingresos por venta al público usuario que los consume, sino en la masa cautiva de éstos que los medios venden, como si fuesen una mercancía más, a las empresas y corporaciones que publicitan en ellos, muchas veces también propietarias de los dichos medios. Los contenidos son adecuados convenientemente a estos intereses sin tener en cuenta el “daño colateral” que éstos impliquen, vulnerando de por sí el derecho a la información veraz, imparcial y adecuada que tienen los individuos y que son garantizados, o debieran serlo, en todos los estados dependientes por la declaración internacional de derechos humanos sostenida por las Naciones Unidas. Pero en todas partes se cuecen habas y en general cualquier declaración o ley que vaya en contra de grandes intereses económicos suele quedar en letra muerta. Mas no siempre es tan prioritario el generar una falsa necesidad de tal o cual producto comercial, como el de reforzar y mantener una determinada ideología o cultura que soporta a esos mismos intereses comerciales, y es así como lo que más se publicita es determinado “estilo de vida” o “modelo cultural” en detrimento de los heredados por las poblaciones de los diferentes lugares de la Tierra, los que solo podrán sobrevivir en favor de ser funcionales a los intereses turísticos o como simples objetos de museo. No se trata de un simple lavado de cerebro sino de algo mucho más complejo, digamos que la mayoría de estos sistemas comunicacionales es tan eficiente que te lo lava, lo tiñe, lo seca y lo plancha según le convenga coyunturalmente a sus intereses o al de sus encubiertos y circunstanciales propietarios.

No es tan complejo, como a simple vista parece, el evaluar un medio de comunicación. Lo primero a tener en cuenta es a quién pertenece, lo demás podemos resumirlo a: qué publicita; con que tipo de contenido te seduce en sus artículos o programación, y quién los escribe o conduce; qué te ofrece como premio por tu fidelidad como lector o qué se ofrece como premio en sus programas por participar; cuáles son las palabras que más utiliza y con qué fin. Hay muchas variables más pero con estas pocas estarás encaminado lo suficiente para averiguar a qué apunta y a qué intereses responde. Cualquier adulto puede hacerlo con un mínimo de esfuerzo y logrará no ser tan fácilmente manipulado por ellos, pero debe también enfrentarse a enemigos mucho más poderosos todavía en su vida cotidiana que estos impersonales actores sociales si quiere realmente combatir este neo-colonialismo cultural en el que estamos inmersos, éstos son: los otros. Cada vez más las campañas del marketing apuntan a la generación de aliados para lograr su objetivo, más allá del razonamiento que podamos oponerles. ¡Decile a tu papá (o mamá) que te lo compre (o que te lleve)!; ¡Tu amiguita (o su vecina) ya lo tiene (o ya fue)!; etc., etc., etc. son solo burdos ejemplos de ésto. Como consecuencia tendrás a tus hijos o a tu pareja machacándote todo el día con eso trabajando gratis para esos intereses a los que combates. Quizá con otro adulto sea más fácil hacerlo entrar en razón, pero con los niños es casi imposible. Los niños/as y pre-adolescentes son el principal mercado de consumo en volumen general de negocios, le siguen los adolescentes, luego las mujeres jóvenes (que como género van a la cabeza de las cuentas globales) y recién luego los adultos de cualquier clase. No es de extrañar pues, que cualquier tipo de publicidad o comunicación pública esté dirigida principalmente a ellos. Los medios de comunicación, sean públicos o privados, saben ésto y lo utilizan en su favor aunque lo condenen en sus competidores. La información realmente relevante, y que obligatoriamente por alguna causa se deba publicar, es expresada de modo que resulte confusa y prácticamente incomprensible para alguien que no tenga un doctorado en el tema, o se oculta lo mejor posible su acceso y existencia; ésto ocurre con la mayoría de las leyes si el medio es privado, por ejemplo. Antes de consumir, pasiva o activamente, algo, averigua dónde va a parar y qué se hará con tu dinero. Nadie, absolutamente nadie, es inocente, solo existen distintos grados de responsabilidad en todo.