Mercuriana Mente ¿Dale que jugamos a aprender en serio?
Autor: Alejandro Fau
“No es bueno dejar entre tinieblas la mente de aquel que ha nacido mago”
Ursula K. Le Guin, “Un Mago de Terramar”
El Ser humano ama la grandiosidad en cualquier cosa, prefiere aquellos eventos fastuosos y monumentales, aunque estos revistan una seria tragedia, por sobre las cosas pequeñas y fugaces las que naturaliza o desprecia livianamente sin prestarles siquiera un algo de atención. Pero son estas cosas nimias las que casi siempre marcan la diferencia, posibilitando aquellas que tanto ama porque tanto lo deslumbran y fascinan. Sucede en cualquier área que sea, y quienes estudian la astrología no están exentos de ello. Debe ser por eso que no abunda la literatura de estudio referida a Mercurio en ningún orden, sea exotérico o esotérico, y simplemente se da por sentado que está allí, que cualquiera puede entender de qué se trata y no se le presta la menor atención en cualquier análisis que se haga, aún en aquellos estudios denominados pomposamente como muy serios, con lo que no llegan casi nunca a comprender verdaderamente dicha energía bloqueando cualquier posterior avance en la materia -aunque luego no dejan de quejarse achacándolo a que nadie les brinde explicaciones claras que puedan “entender” cuando asisten a una clase-. Prefieren en cambio dedicarse a todas aquellas cosas que tienen como más importantes y profundas, las cuestiones Plutonianas, Saturninas, Solares o Jupiterinas, como si fuesen los únicos asuntos verdaderamente trascendentales del Regio Arte. Pero olvidan que Mercurio es, entre otras muchas y diversas cosas, “relación”, “vínculo”, “intercambio”, “reflexión”, “pensamiento”, “lenguaje”, “aprendizaje” y “comunicación”, y tampoco llegan a comprender la profunda veneración que sentían los antiguos sabios y maestros por el Divino Hermes ni llegan a dilucidar la enorme dimensión de su figura, y se justifican en que seguramente se debía al absurdo animismo imperante en la mentalidad de esa época tan plagados sus panteones de ridículas miríadas de absurdos dioses menores. ¡Cuánta ignorancia entre tanta gente que se tiene a sí misma como muy seria, iluminada y sabia! Sin el pequeño y juguetón Mercurio, queridas damas y caballeros, no estaríamos aquí, pues sin él no seríamos lo poco o mucho que en verdad somos: Animales racionales, bestias parlantes y risueños monos desnudos, pues como tal nos definieron los zoólogos devenidos luego en filosóficos y sesudos antropólogos cultores y cultivados de las academias. Lo cierto es que sin autoconsciencia, práctica articulación de mente y un muy refinado humor, hubiésemos sido solo una rara especie de lampiño bípedo mamífero no más aptos para la supervivencia que un gorila. Tal singular cualidad que nos distingue en la taxonomía de nuestro origen, es la natural innovación dada en nuestro superior desarrollo del Mercurio. Pues es él y solo él quien nos ha hecho ni más, ni menos, que Humanos...
Innovación. Últimamente es una palabra que se ha puesto muy de moda en muchos ámbitos sobre todo en los referidos a la tecnología y los procesos industriales, pero poco se habla de innovación en los sistemas educativos formales creyendo que con la incorporación de nuevos instrumentos tecnológicos el asunto ya está lo suficientemente zanjado, falseando así una revolución que solo trata de procurarse un nuevo modo de hacer lo mismo. Cada vez que aparece la palabra innovación en el ámbito de la educación ésta es definida y circunscrita a determinado hecho o mejora tecnológica e inmediatamente se la congela allí, procurando darle una certificación al dicho procedimiento y a partir del cual volverlo aceptable para su posterior incorporación al sistema, destruyéndola. Esta compulsión por la fijación de los ordenes formales está dada por un mecanismo Lunar de nuestra mente que tiende a la estabilidad y al sostenimiento en el tiempo como parte indispensable para el desarrollo y plasmado en la materia de cualquier cosa. La innovación es una dinámica y no una conclusión, con lo que representa un proceso profundamente perturbador para la mente humana en su desarrollo a lo largo de la historia. Pero la innovación se refiere a una particularidad coyuntural en la resolución de algún problema y por ello no puede ser planificada ni sistematizada, con lo cual hablar de fomentar la innovación como un algo plasmado en una forma planificada y estable es cuanto menos paradójico. La innovación tiene que ver más con el juego que con el trabajo duro y tiene mucho menos que ver con la lógica y el razonamiento que con el verdadero Caos. Pero decir “caos” es fuerte, es una palabra que asusta, sobre todo a la Luna, ya que implica una ruptura con el orden conocido de las cosas con lo cual se tiende a reprimirla o, cuanto menos, a resistirla socialmente e inicialmente rechazar cualquier idea que la incluya tendiendo pues a combatirla. Históricamente, al estar primeramente anclados en el desarrollo Lunar de nuestra mente colectiva como especie, hemos tildado a los innovadores como simples “locos” y archivamos como rarezas producto de una mente en exceso fantasiosa o enferma sus descubrimientos, ideas e invenciones durante siglos, ralentizando o paralizando la evolución de nuestras sociedades de un modo imperdonable. Si hoy nos creemos muy modernos y desarrollados, pensemos en dónde estaríamos si hubiésemos llevado seria y sistemáticamente hasta las últimas consecuencias en su momento las geniales ideas e invenciones de, por ejemplo, Leonardo Da Vinci.
Si hay algo que une a las personalidades de nuestra historia que se destacaron por su innovación, creatividad e inventiva es la transversalidad de sus estudios e intereses y la informalidad con que los llevaron adelante. Quizá sí, en algunos casos, poseían algún título académico, pero es una constante que se los distinguiera por algo totalmente ajeno a aquello que formalmente estudiaron. Otra constante es que desarrollaran su idea o proyecto como un algo secundario a la actividad principal que ejercían en ese particular momento de sus vidas. Pocos avances verdaderamente significativos en la evolución del conocimiento, la ciencia y la tecnología son producto de la dedicación sistemática y seria para obtener un determinado logro. Por lo general los resultados obtenidos por este procedimiento del trabajo duro y sistematizado son bastante pobres, y son superados y reemplazados luego por soluciones mucho más creativas y eficientes logradas por medio de la “casualidad”, o por aportes realizados por personas la más de las veces ajenas a la temática en cuestión. No digo que no sea importante la formación de especialistas o expertos en determinadas temáticas o áreas, pues son ellos los más indicados para pulir los pequeños detalles que contribuirán al seguro éxito, sino que, más que lo habitual, no son ellos quienes aportan las verdaderas soluciones que se buscan o que son realmente necesarias. Pese a ésto, sobradamente probado por la experiencia, no estamos habituados a obrar en consecuencia sino que hacemos todo lo contrario. Ante la aparición de un problema se acude a la consulta con un especialista, lo que está muy bien ya que él puede informarnos sobre los precedentes que existan referidos a esa situación y sobre el cómo fueron tratados en su momento, pero poco o nada puede aportarnos ante una circunstancia totalmente nueva que sea totalmente efectiva en lo inmediato. Desgraciadamente habitualmente no se pasa de allí y nos conformamos con las viejas soluciones a modo de “parche”, o se descarta totalmente la cuestión y se olvida el asunto por completo. Este conservadurismo es producto del lastre Lunar en nuestra modalidad de pensamiento. Mas debido a las globales circunstancias actuales, en donde se revela como inadecuado ya que en lugar de solucionarse los problemas éstos se agravan, se multiplican y mutan en otros aún más complejos que los ya existentes, esto tiende natural y silenciosamente a cambiar casi sin que nos demos cuenta de ello o de que simplemente sigamos negándolo, como parecen estar haciendo nuestros responsables educativos a niveles estatales.
Pero esta nueva modalidad de pensamiento y de los nuevos mecanismos de aprendizaje no aparecen solo por sí mismos e injustificadamente, sino que emergen impulsados por una necesidad no satisfecha en lo práctico. En nuestra sociedad actual esto está dado por la insuficiencia de las estructuras formales institucionalizadas para satisfacerlas, ya sea por restricciones en el acceso a las instituciones de formación tradicional, como escuelas o universidades, debido a aspectos de segregación cultural, ausencia o insuficiencia de certificaciones previas que habiliten el ingreso a ellas, aspectos económicos insuficientes para afrontar los gastos que acarrea, la inexistencia de estamentos adecuados en donde aprender determinadas materias o saberes que no están contemplados en los habituales programas de los estudios formales, etc. Sea cual fuera la causa, los individuos debieron implementar por sí mismos nuevos modos para lograr soluciones, asistidos, por ejemplo, de nuevas tecnologías de telecomunicaciones que hoy nos son tan cotidianas y comunes como la radio, la televisión o la misma Internet. Esta nueva modalidad de adquisición del conocimiento y búsqueda de soluciones está basado en una horizontalidad del intercambio de saberes y no en una verticalidad unidireccional como históricamente ha sido implementada desde las instituciones, y como tal reviste un carácter de absolutamente informal aunque definitivamente efectivo a la hora de los hechos. No hay ya un instructor debidamente certificado institucionalmente que es quien transmite los conocimientos pre-digeridos, filtrados y pautados, sino que éstos son adquiridos autonómicamente de un modo intuitivo a través de la simple observación, la experimentación, la “casualidad”, la deliberada búsqueda, por medio de la consulta e intercambio con otros “que saben” o con los pares en la misma búsqueda cualesquiera sea el nivel de conocimiento que estos tengan sobre el tema y aprendiendo de la sinergia así producida. En términos astrológicos nos referimos a esta modalidad de intercambio y aprendizaje como propia de la energía Mercuriana Horizontal, y que está presente de un modo patente en todo aquello que denominamos como juego, por ejemplo. Quizá no lo recuerdes pero así has adquirido una infinidad de conocimientos que te han sido útiles para sobrevivir en el mundo y que ninguna universidad de hoy puede brindarte; cosas tales como caminar, hablar, montar en bicicleta, etc., las has aprendido de éste mismo modo aún sin haberte dado cuenta, por ti mismo. Solo que con el natural desarrollo del intelecto, paralelo al desarrollo fisiológico y social, las necesidades fueron adquiriendo nuevas y variadas dimensiones que al no poder ser satisfechas por alguna causa no contemplada en la vieja dinámica de las formas y las tradiciones, se ha vuelto necesario retomar esta capacidad que fuera prematuramente adormecida -producto de nuestra inmediata “culturización-Lunar” para satisfacer un modelo económico-social preexistente al que fuimos sujetos cuando niños- y llevar así su desarrollo hacia un nuevo estado de implementación y complejidad. Esto está sucediendo a nivel planetario y global, y no verlo muestra evidentes visos de una compulsiva y peligrosa negación.
La educación es la forma básica en la que la autoridad asegura que se mantendrá en el poder y que el mundo que ha proyectado seguirá existiendo. Pero una nueva generación de individuos ha sido forzada a experimentar las cosas por sí misma, por consiguiente a cuestionar las cosas que le dicen los demás, y busca simple y naturalmente expresar lo que piensa y hacer lo que quiere a partir de esa auto-educación informalmente adquirida. Es por ello seguro que no tendrá mucha consideración por lo que le dice la autoridad, y que ésta no reparará en trasponer sus espectrales límites de control hasta extremarlos implementando mecanismos cada vez más violentos para intentar dominarla, pues no solo corre peligro la tradicional autoridad en sí misma sino que el mundo entero en que ella se sustenta, y que se reprodujo históricamente al ser repetido por las masas a las cuales les fuera sido implantado tautológicamente, comienza a derrumbarse al carecer de sustento real. La realidad de este viejo mundo comienza a desvanecerse y a agrietarse en su núcleo más duro, y en esos espacios en blanco que ha dejado como consecuencia del desplazamiento de aquellos individuos no funcionales a esta construcción, comienza a consolidarse en sí misma y a configurar una nueva realidad que va ganando cada vez más y más espacio. Lo que en principio fuera una necesidad del mercado, la implantación de nuevos productos para el consumo brindando así una ampliación en la base de incorporación tecnológica comunicacional entre las masas, se revela luego como una herramienta de adquisición y generación de nuevas ideas, saberes y miradas que se oponen al sistema que las ha generado. Podemos ver éste fenómeno expresado en el crecimiento exponencial que han sufrido las Organizaciones No Gubernamentales de todo tipo en las últimas décadas, que operan por sí mismas administrando sus propios recursos materiales y humanos, erigiéndose como una nueva autoridad en diferentes áreas anteriormente de injerencia exclusiva de los gobiernos nacionales. Esta fragmentación, y consiguiente descentralización, de los poderes tradicionales no es nueva, pero anteriormente estaba plasmada solo en lo económico material que dio sustento e impulso al mercantilismo primero y al capitalismo después poniendo en una multiplicidad de manos privadas la efectiva circulación de las riquezas que impulsó el desarrollo humano hasta que nuevamente comenzó a concentrarse tanto que se ha vuelto insostenible actualmente. Hoy esa fragmentación se da impulsada y en simultáneo con el nuevo y veloz desmoronamiento de esa modalidad socio-económica de hiper-concentración de la riqueza, en el nivel más sutil del conocimiento y las ideas.
Esta emergencia de la energía mercuriana se dio anteriormente de manera aislada y muchas veces, pero no llegó a tener impacto global hasta los inicios del siglo XVI primero, y durante mediados del XVIII después, en donde emergieron los grandes pensadores que plantearon las nuevas ideas que luego impactaron tan fuertemente en el contexto de las sociedades de esas épocas sobre las que tanto se ha escrito en los libros de la historia y sobre las que hemos hablado también aquí, tangencialmente, en nuestra referencia a la cronológica implicancia del tránsito de Plutón por el signo de Capricornio. Pero nunca antes el fenómeno se había plasmado a niveles tan masivos entre la población como hasta ahora. Cierto es que hasta ahora no hubo la posibilidad de una extensión tan amplia en los niveles educativos básicos de la población como para que esta energía arraigara en la mente social erigiéndose en motor de un cambio de paradigmas que fuera promovido desde la misma base del conjunto, y que fue por ello que pudo dirigirse de un modo conveniente y funcional a los intereses dominantes que fueron quienes las absorbieron y administraron, muchas veces ocultándolas al resto y reprimiendo fuertemente su difusión. En función de éste fenómeno que ahora retorna tan fuertemente y masivo, es que se hace necesario un replanteamiento profundo de las modalidades y dinámicas de enseñanza para poder canalizar constructivamente esta nueva capacidad de aprendizaje de los individuos. Es hora de aprender de aquellos a quienes enseñamos para que ellos nos enseñen el cómo aprender, paradójicamente, desaprendiendo. La rígida dinámica descendente del maestro-que-enseña-al-alumno para formarlo a imagen y semejanza de un modelo único preestablecido, debe mutar a la de una retroalimentación provocada por el circuito interactivo del maestro que enseña al alumno que enseña a sus pares y que juntos enseñan al maestro el cómo aprender a enseñar aprendiendo de modo continuo, para que él haga lo mismo con sus pares generando una dinámica ascendente que nutra así de nuevos modelos al sistema flexibilizándolo si queremos que éste se sostenga al menos en lo inmediato sin romperse. Para ello se hace necesario terminar con algunas formalidades históricas que son arrastradas por la institucionalización de la educación tal y como la concebimos hasta ahora, y que van mucho más allá de un cambio en la distribución física de los pupitres para que dejen de estar orientados hacia la figura del maestro y su pizarra. Se deben traspasar los límites mismos del aula tal como la concebimos e incluso los límites físicos del edificio escolar para lograrlo, o si se quiere mantener estos ámbitos, más que seguir en la modalidad de planta de ensamblaje en serie que tienen nuestras escuelas actualmente, debemos transformar esos ámbitos en verdaderos laboratorios de experimentación permanente para que, de cuando en cuando, se produzca una verdadera explosión de conocimiento. Sería ésta una sana y divertida modalidad de implementación de la energía Mercuriana Vertical asociada a la Horizontal si es que puede lograrse una bidireccionalidad fluida de intercambios que promuevan nuevas síntesis de ideas, ya que son ellas quienes finalmente nos enseñaran no solo a aprender, sino también el cómo enseñarlo.
Lo cierto es que de todos modos estos procesos y procedimientos se están realizando actualmente por doquier, de un modo si se quiere anárquico e invisible, en los circuitos de enseñanza no formal e informal desde hace ya bastante tiempo, en seminarios y eclécticos talleres de diversa temática en donde la certificación académica de los instructores o “facilitadores” que los guían es cuanto menos dudosa, pero no por ello dejan de ser poderosamente efectivos en lo práctico a la hora de aportar innovación y soluciones a interrogantes y problemas muy diversos y de muy larga data. Desafortunadamente no vemos gestos de que se avance en los sistemas de educación formal estatal a la incorporación de nuevas modalidades de aprendizaje que apunten a una reforma profunda y renovadora de la enseñanza pública en ninguno de sus niveles y que puedan encausar de algún modo no violento esta energía velozmente transformadora salvo, claro está, la incorporación de tecnología informática en algunos cursos pero que amenaza en quedar como un efecto cosmético de presunta modernización o solo como incentivo para lograr mejoras en la dedicación de los estudiantes al viejo modo de estudio. Pero esta revolución silenciosa emerge de un modo u otro cada vez con mayor fuerza y en diferentes estamentos de lo social más allá de contar o no con el acceso a estas nuevas tecnologías. Las protestas sociales llevadas adelante por los jóvenes del norte de África y el mundo Árabe no pueden ser achacados directamente a los avances tecnológicos a los que no tienen posibilidad de acceder por obvias razones, es algo que sucede por resonancia y en consonancia con otros lugares en donde sí la hay pero solo porque es el tiempo en que debe darse. Anteriormente cité al pasar que es este un fenómeno, la emergencia mercuriana, que se vuelve muy patente en coincidencia con el tránsito de Plutón en Capricornio, y quienes han venido siguiendo desde el inicio esa serie de artículos en los que se intenta mostrar el contexto en que suceden y el por qué de esas profundas transformaciones del orden de lo social, no pueden haber dejado de notar que los mismos son producto de un cambio radical en las ideas dominantes a raíz de la emergencia de otras nuevas y de un salto cualitativo e incluyente de la consciencia humana. Desde el punto de vista astrológico cuando hablamos del resquebrajamiento de las estructuras sociales no nos estamos refiriendo a un patrón que tiene que ver solo con lo Saturnino sino también, y mucho más profundamente, con la Luna, y de la obviedad de que cuando esta estructura caduca lo que primero emerge de ello por entre las grietas que preanuncian el colapso final en la vieja forma, es la pura y sutil sustancia de Mercurio. Es gracioso hablar tan livianamente de obviedad, puesto que cuando lo que para un astrólogo algo es “obvio”, para cualquier otro se trata de un evento extraordinario e imprevisto. En fin, quizá ya vaya siendo tiempo de que volvamos a incluir la astrología, tras casi cuatro largos y penosos siglos de exilio, como materia de estudio en la educación formal para garantizarnos así que obtendremos verdaderos hombres y mujeres que no solo puedan pensar enteramente por sí mismos, sino enseñarle a los otros cómo hacerlo.