Astrología Avanzada: I – Lo que Es, pero que aún no existe.
Autor: Alejandro Fau
“Nos hemos transformado en súper-especialistas perdiendo así el rumbo...(...)
A veces creo que los Astrólogos de la antigüedad estaban más cerca que nosotros
de encontrar la verdad.”
Stephen Hawking – Cosmólogo y Físico Teórico
En nuestra presentación de este breve paneo que hacemos sobre Astrología Avanzada, hablamos del Tiempo como el tema esencial del lenguaje astrológico; pues es el tiempo quien nos posibilita “ver”, a través de su comprensión, la multiplicidad dimensional que la “textualidad” de nuestro lenguaje implica. No es fácil hablar de un tema tan complejo como lo es el Tiempo, la incontable cantidad de literatura académica que éste a generado da cuenta de ello, y cada autor tiene su mirada y modo particular de abordarlo generando quizá más confusión que claridad al respecto. Incluso estas diferentes posturas, que han generado encarnecidas discusiones y debates en los diferentes ámbitos, han provocado que quizá tendamos más a pensar y replantearnos nuestros sistemas de creencias que en avanzar sobre su estudio específico basándonos en las cuestiones referidas a él en las que sí se está de acuerdo, como lo es su omnipresencia.
No es ocioso hablar aquí sobre la energía planetaria directamente relacionada con el Tiempo en la astrología, encarnada en la figura de Saturno. Esta deidad, llamada Cronos por los griegos, era quien gobernaba el Universo antes del advenimiento de los dioses Olímpicos. El desarrollo en la sucesión del gobierno del Universo en la mitología greco-romana, da cuenta de la evolución de la conciencia y sus limitaciones respecto de las fuerzas que rigen todo lo que es. La descripción que se hace de las deidades olímpicas que gobiernan el destino de los hombres es bastante clara para nuestra conciencia humana ya que representan todo lo que es deseable por ésta, pero chocan de lleno con lo irracional e incomprensible al llegar a su límite más alto representado por este Cronos-Saturno, y se transparenta el enojo hacia su figura incomprensible al describírselo siempre como “El Gran Nefasto”. Cronos-Saturno es la encarnación de lo indeseable para el hombre: El esfuerzo (el trabajo), la vejez, la decadencia, la finitud de todo, la Muerte. El rechazo por la conciencia a esta energía es, si se quiere, comprensible pero infantil en términos evolutivos de la conciencia. Quiero decir que esta muy bien para la mentalidad predominante de hace 3.000 años, pero es rayana en lo incomprensible para la humanidad de este siglo XXI a menos que no hubiésemos evolucionado, en lineas generales referidas a la mayoría de la población, absolutamente nada. Psicológicamente hablando, el miedo a la muerte y nuestra capacidad de abordar el tema del Tiempo están muy ligados entre sí, ya que desde el punto de vista energético profundo son lo mismo. El rechazo por la conciencia al tratar seriamente estos temas se hunde profundamente en nuestro inconsciente hasta el nivel emocional primario del instinto de supervivencia. Preferimos fantasear con una vida eterna, ya bien con la prometida como premio por nuestras religiones si aceptamos vivir bajo sus preceptos y caprichosos dictados, como a apelar a la ley de conservación de la energía de los principios termodinámicos si es que tenemos un tipo de racionalidad más alto y menos religioso, con tal de evadir su tratamiento. Conscientemente elegimos quedarnos en ese cómodo nivel de animalidad antes que asumir con una responsabilidad adulta lo que estos temas en sí mismo implican.
Desde el punto de vista astrológico, este rechazo inconsciente sobre la temática del tiempo, es la principal dificultad a la que se enfrenta el individuo a la hora de lograr una comprensión profunda del lenguaje. Se queda esta, a nivel general, en una errónea ciclicidad repetitiva que históricamente ha desembocado en aberraciones tales como los determinismos predictivos de diferente origen (Árabe, Hindú, etc.) y que constituyen la falsa idea que se ha formado el público sobre el Regio Arte. Esta dificultad en la comprensión de lo que el tiempo y sus leyes implican, es reforzado por la decadencia cultural en que hemos caído como civilización globalizada cuando privilegiamos el beneficio económico inmediato por encima de la profundización en el conocimiento y la conciencia plena del universo en que vivimos, y en la que han caído la mayoría de quienes se dedican a la práctica de la astrología a nivel “profesional”. Es hora de hacer un mea culpa referido a que los principales impulsores del desprestigio público al que nos vemos sujetos quienes practicamos el saber arcano, proviene, si se quiere, de nuestras propias filas... o de aquellos que sin serlo se jactan de pertenecer a ellas amparados por nuestro incomprensible silencio, para ser más justos. Pero mejor volvamos a lo que estábamos diciendo...
Si observamos con atención las regencias iniciales de los Signos a partir de Cáncer, nos resulta fácil comprender las fases que sigue la energía en la temporalidad reflejada en la Pirámide Caldea. Son éstas: Luna -Cáncer-, Mercurio -Virgo-, Venus -Libra-, Marte -Escorpio-, Júpiter -Sagitario-, y Saturno -Capricornio-. Se que no ha escapado a sus atentas miradas la omisión del signo de Leo en la secuencia, y del Sol en la secuencia planetaria de la ascendente pirámide. No es ésto un error, sino que tiene una explicación. Cuando comienza la temporalidad en Cáncer, inmediatamente ésta hace referencia a la individuación de un “algo”/”alguien” que es simbolizado por el signo de Leo y su regente el Sol. En términos de la consciencia es que omitimos deliberadamente el Signo de Leo en la secuencia, ya que inicialmente es capaz de identificarse a sí misma sin más ayuda que el saber de su propia existencia. Dentro de este plano de regencias primarias (que es a la que se refiere la figura de la Pirámide Caldea) todo se vuelve auto-referencial. Digamos pues, que entre Cáncer y Leo no hay una gran diferencia en el inicio y que en términos de temporalidad existe lo que llamamos una inmediatez extraordinaria y que por muy poco no es “simultaneidad” en un nivel primario. Más adelante hablaremos sobre esto y del por qué están diferenciados y no son lo mismo. En la secuenciación planetaria sucede lo mismo, la ausencia del Sol entre Venus y Marte, solo que aquí es donde comienza a operar la carga que arrastramos desde el inicio y que condicionará el plano de manifestación de nuestro devenir futuro. Dicho de otro modo: La individuación inicia en Cáncer/Leo, entabla conexión entre lo interno/externo en Virgo, encuentra la otredad en Libra y, dependiendo de la “carga” inicial que le dio origen, o se funde con esta otredad para lograr expandirse o entra en conflicto con ella creyéndose superior creándose un prejuicio para finalmente, en cualquiera de los casos, chocar con sus propias limitaciones en Capricornio; cuestiones estas las que irá resolviendo en una ciclicidad evolutiva por medio de un refinamiento (una destilación, dirían los alquimistas) de la propia energía en su recorrido ascendente a través del Zodíaco... ¿Pero de dónde sale esta energía que es manifiesta, que “existe”, recién en la espacio-temporalidad de Cáncer? Esa es una muy buena pregunta. Es una pregunta que racionalmente nos carcome desde que somos seres racionales, o desde que nos definimos como tales: ¿De dónde venimos?
Históricamente ésto de tratar de averiguar cual es el origen de todo es lo que ha dado inicio a las religiones, las que, a falta de un conocimiento certero, han terminado inventando complejas explicaciones que nada explican y que dejan más dudas que certezas a la hora de aclarar el asunto circunscribiendo las respuestas a un oscuro designio divino. A lo largo de los siglos hemos avanzado en la explicación de diferentes fenómenos que inicialmente fueran achacados a los “caprichos” de los supuestos dioses, al punto de cuestionar seriamente la veracidad sobre la existencia de los mismos y desembocando en lo que hoy en día llamamos “Ciencia”, la que pretende apartarse de todo aquello que no sea una explicación puramente racional y lógica. Lo cierto hasta ahora, es que ni una ni otra forma de búsqueda han resultado satisfactorias a la hora de encontrar respuestas comprensibles para el hombre común a esta interrogante. Según la religión, es obra de Dios (cualquiera fuese éste) y con eso se da por zanjado el asunto. Según la ciencia, es obra del inicio del universo y su posterior despliegue y complejización; pero no da por zanjado el asunto ahí sino que se empecina aún en averiguar en dónde es que se originó y por qué, a diferencia de la religión que ante el cuestionamiento sobre de dónde vino Dios su única respuesta siempre fue la de gritar “Blasfemia!” y arrojar al cuestionador en una hoguera. Quizá sea ésta la causa de que en el último siglo lo científico genere más simpatía que lo religioso.
Solía considerarse como algo obvio que el tiempo fluía indefinidamente, fuera lo que fuese lo que sucediese en el Universo; pero a principios del siglo XX un empleado de una oficina de patentes tuvo una idea genial, y se preguntó qué sucedería si en realidad el espacio, tal como era concebido hasta entonces, no fuera solo largo x ancho x alto -es decir, tridimensional- sino largo x ancho x alto x Tiempo -es decir, cuatridimensional-. Fue así como Albert Einstein planteó la famosa teoría de la relatividad (que combina el tiempo con el espacio en una unidad que llamamos espacio-tiempo) y a partir de ello afirmó que ambos podían ser curvados o distorsionados por la materia y la energía que contenían dentro de sí. Así, nuestra percepción de la naturaleza del tiempo pasó de ser independiente del universo a quedar conformada por este. Es entonces concebible que el tiempo pueda simplemente no ser definido lógicamente antes de un cierto punto; cuando uno retrocede en el tiempo puede llegar a una barrera insuperable, a una singularidad más allá de la cual no cabe ir, y que la ciencia llama Big Bang; pues si tal fuese el caso, carecería de sentido preguntarse quién o qué causó o creó el Big Bang, ya que hablar de casualidad o de creación supone implícitamente que hubo un tiempo antes de la singularidad del Big Bang. Todos sabemos y damos por sentado desde hace unos tres cuartos de siglo que la teoría general de la relatividad de Einstein predice que el tiempo tuvo que tener un comienzo en una singularidad hace unos quince mil millones de años, y que hasta probablemente quizá tenga un final. Pero no es la única teoría que existe hoy día sobre el universo... Hace unos 50 años ya, Jim Hartle y Stephen Hawking sugirieron que puede que el universo no tenga comienzo ni fin. Elaboraron complejas ecuaciones para demostrarlo, utilizando un concepto matemático desarrollado por ellos mismos al que llamaron “Tiempo Imaginario” (algo así como los números imaginarios que estudiamos en la escuela secundaria, pero referidos al tiempo). Pero fueron salvajemente atacados por los filósofos de la ciencia «¿Cómo es posible —dijeron— que un truco matemático como el del tiempo imaginario tenga algo que ver con un universo real?». Creo yo que confundían los términos matemáticos de números reales e imaginarios con el modo en que se emplean las palabras “real” e “imaginario” en el lenguaje cotidiano, ya que no suelen tener una buena base en matemáticas avanzadas estos académicos, pero en fin, lograron que nadie prestase mucha atención al asunto y se relegara esta teoría al plano del mero “chiste científico”. Se preguntarán ustedes qué tiene que ver todo ésto de los avances en la física teórica, la cosmología y sus teorías con la Astrología. Pues tiene que ver, y mucho, ya que estos verdaderos genios de la ciencia no hacen más que tratar de explicar de una manera lógica y comprensible -sin demasiado éxito hasta ahora por cierto, y aunque ellos mismos quizá no lo sospechen siquiera- lo que el regio arte postula como cierto desde hace milenios con otro lenguaje.
Vemos que a partir de A. Einstein las cosas comenzaron a ponerse muy raras para la comprensión del universo usando el modelo existente hasta entonces, que había sido aportado por la brillante mente de don Isaac Newton sumadas a las ideas de Galileo y de otras antes que él. De hecho, plantearon una verdadera revolución en la consciencia comparable solo al ajuste que se debió dar al pensamiento humano al comprender que el mundo no era plano y que el Sol no giraba en torno de él, sino que era una esfera y que orbitaba en torno del Sol. Einstein predijo que la gravedad curvaba el espacio-tiempo sobre sí mismo planteando la paradoja de que el universo era a la vez finito pero sin límites y que, obviamente, no era estático. ¿Que cómo algo puede ser “finito” y sin “límites” a la vez? Imaginen ustedes a la Tierra, nuestro planeta. Podemos avanzar en cualquier dirección sin encontrar un límite, ni principio ni fin, ningún borde del que caerse -como se pensaba antiguamente cuando se creía que era plana-, pero al mismo tiempo es finita en su masa -mal que nos pese, comparada a otros planetas que conocemos, no es más que una pequeña esfera-; y su masa pese a todo produce la gravedad suficiente para que todos permanezcamos adheridos a ella... Pues bien, con el Universo pasa lo mismo. El espacio-tiempo está curvado sobre sí mismo por la gravedad, producto de la masa y la energía que contiene, creando así un tipo de esfera -su forma sería la de una masa multi-globular para ser más exactos- que se hincha continua y cada vez más velozmente (Edwin Hubble, por quien lleva ese nombre el famoso telescopio espacial, demostró en 1929 la expansión universal) con lo que podemos ir en cualquier dirección sin llegar a ningún límite, pese a que es “finito” -de hecho puede medirse- aunque su finitud crezca de continuo. Así, la concepción actual en ciencia respecto del Tiempo, es que ha dejado de ser “plano” -o sea, moviéndose solo en una línea recta, del pasado al futuro- para pasar a ser una entidad multidimensional...
A modo de aproximación lógica a la temática astrológica en su conjunto, diremos a partir de lo que acabamos de explicar, que para los antiguos sabios Aries, Tauro y Géminis representan 3 dimensiones Temporales diferentes de nuestra realidad visible cuatridimensional que se manifiesta recién en Cáncer. Apelamos aquí a ese -esos, en nuestro caso- “tiempo imaginario” que describieron Hawking y Hartle como transversal al real, y los sumaremos al espacio-tiempo de Einstein para explicar el por qué de la idea heptadimensional de la realidad accesible al entendimiento humano planteada en la tradición esotérica y que era representada con los planetas que llamamos “personales” en la Pirámide Caldea, y a cuya comprensión aspiraba llegar el discípulo para transformarse en un genuino “hombre de conocimiento”. Actualmente podemos retrotraer, por medio de modelos informáticos y complejísimas ecuaciones y cálculos, la expansión del universo como si fuera una película en reversa para intentar llegar a recrear el momento y lugar en que el “Big Bang” se produjo. Para gran frustración de los científicos solo se pudo llegar hasta ahora a un pequeñísimo instante posterior a que se produjera dicho evento y no se puede avanzar más allá. Desde lo astrológico decimos que se han topado con Cáncer, que viene siendo el inicio del Tiempo “real” para nosotros, sin poder llegar a Aries, que representaría la “singularidad” del Big Bang que plantean los actuales cosmólogos. Del mismo modo podemos explicar al respecto de la dinámica zodiacal y el por qué pese a ser cíclica nunca es repetitiva sino perpetuamente creativa, que si captamos debidamente los conceptos e ideas acuñadas por A. Einstein y E. Hubble nos resulta evidente que, si bien las fases de la dinámica que sigue la energía en su despliegue espacio-temporal tienen una ciclicidad claramente percibible y reconocible, no se desplaza sobre un “plano” sino a través de un espacio multidimensional que interactúa con ella, o sea modificando y al mismo tiempo siendo modificado por la misma en su evolución y despliegue más o menos consciente, provocando así un efecto que nosotros definimos como “una espiral ascendente” continuamente nueva y creativa en su recorrido a lo largo del tiempo real y ordinario que todos percibimos. Solo quienes se dedican a esas deformaciones predictivas del arcano arte que pueblan los avisos en periódicos, revistas y otros medios de comunicación masiva -que sin dudas siguen pensando, y que pretenden hacernos creer, que el mundo sí es plano- pueden pensar que la astrología es solo una simple repetición sobre un fondo simplista e infantil de un esquema estático predefinido desde el inicio.
¿Qué querían plantearnos los sabios de la antigüedad sobre su concepción del Tiempo, entonces, al transmitirnos y legarnos su lenguaje? Pues, que la realidad en que vivimos está compuesta por mucho más de lo que vemos, palpamos y medimos, y que está gobernada por fuerzas muy poderosas que escapan a la comprensión del humano común, pero que son comprensibles para el iniciado, y que éstas son las responsables de la “creación” del mundo en que vivimos. Consideraciones de vasto alcance pueden inferirse a partir de ello, sí, y eso es lo que pretendemos hacer desde aquí levantando uno a uno los velos que ocultan el profundo saber que encierra. A la luz de los avances en ciencia en el último siglo, es que podemos referirnos a lo astrológico en términos más cercanos a la consciencia ya que muchos de ustedes las habrán oído o leído en algunos artículos de divulgación en diarios y revistas. Mal que mal todos reconocemos sin espantarnos términos tales como “estado cuántico”, “indeterminación”, “masa”, “energía”, “espacio-tiempo”, etc., aún cuando han sido mal explicados y aplicados como ya hemos mencionado en más de una oportunidad. De todos modos trataré de explicar del modo más simple posible otra terminología que crea no tan común, y de despejar ciertas ambigüedades que puedan prestarse a equívocos, como así también el tomarme el blasfémico atrevimiento a decir de los académicos, de combinar ideas y teorías desde lo formal, e ideológicamente hablando, que parecen irreconciliables desde el lenguaje físico-matemático pero que son comprensibles y profundamente válidas desde lo astrológico. Pues nuestro lenguaje es inmensamente más abarcativo que los lenguajes formales y en él términos como lo serían, si los hubiere, “subibajar” o “entrasalir” no implican ninguna contradicción sino que expresan una realidad que aunque palpable no puede explicarse lógicamente todavía. En el mundo del conocimiento actual, tan plagado de especialistas, se ha prestado muchísima más atención a la parte que al todo y, a veces, causan risa las pretensiones de tratar de buscar una teoría “unificadora” que explique las causas últimas, y pretenda predecir los efectos futuros, del universo en que vivimos, cuando las discusiones solo se centran en nimiedades lingüísticas que no hacen más que retrasarlos cada vez más en el camino de la búsqueda de la realidad del maravilloso universo que habitamos.