Astrología: Las viejas costumbres olvidadas.
Autor: Alejandro Fau

La astrología moderna ha derivado en dos grandes corrientes a saber: La Astrología Culta, o de élite, y la Astrología de Masas según define Bergier. La primera es aquella en que los profesionales del Arte se aplican en investigar y sondear las profundidades de la aplicación de su Arte a las distintas ramas del conocimiento moderno (la Medicina, Economía, Psicología, Sociología, Física, Filosofía, etc., etc., etc.) con el fin de ampliar el saber de éstas y de resolver y develar los misterios que allí habitan. La segunda, la Astrología de Masas, dirigida al gran público, desgraciadamente se ha dedicado en perpetuar la superstición popular respecto del Arte astrológico con un fin meramente comercial, degradando de ese modo su función social que es la de prestar su ayuda al ser humano medio.
El Astrólogo Culto Profesional moderno, se ha convertido con el correr del tiempo en un ermitaño estudioso renegado de la sociedad, o en un simple funcionario al servicio de las élites asumiendo un papel secundario, y muchas veces oscuro, en los actos y acciones ejecutados por éstas. Pasa sus días encerrado en una torre de marfil tecnologizada y sólo sale de ella para atender a algún personaje poderoso, para asistir a algún evento internacional que reúna a gente de su clase en donde enfrascarse en bizantinas discusiones con colegas por trivialidades en un leguaje exclusivista, o para presentar su último libro que resume sus sesudas y preclaras verdades sobre cosas que por lo general no le interesan a nadie o, cuanto mucho, a no más de tres o cuatro tipos tan crípticos como ellos mismos.
El Astrólogo de Masas Profesional en cambio, se ha convertido en una especie de pop-star enteramente mediático que pasa sus días escribiendo fruslerías para las revistas del corazón, apareciendo en programas televisivos de moda vaticinando éxitos o catástrofes entre los famosos, o aterrorizando al gran público desde sus libros o tribunas creyéndose así los modernos Avatares de estos tiempos. Por regla general practican la Astrología predictiva, la que combinan con alguna otra mancia que esté en boga o con “técnicas” que estén asociadas con prácticas preferentemente milenarias aunque no tengan ningún punto de contacto con ellas, a fin de diferenciarse o de destacarse por encima de sus pares. Atienden las consultas del público en general para mantener su modus vivendi, pero se niegan sistemáticamente a transmitir sus conocimientos a otros con la excusa de que a cualquier otro le llevaría muchísimos años de esfuerzo y penurias llegar a rozar siquiera su nivel de conocimientos, u ocasionalmente organizan seminarios y talleres en locaciones de gran trascendencia mística a valores exorbitantes a los que sólo muy pocos podrán acceder y, si lo hacen, poco provecho práctico podrán obtener de ellos.
Se ha perdido en el camino la función social del astrólogo y la de educador de masas. También, y esto es quizá lo más llamativo, el astrólogo ha dejado de lado el conocimiento general y solo se aboca a profundizar en lo suyo. Antiguamente quienes se dedicaban al este Arte Regio, también eran grandes eruditos y practicantes de otras nobles artes (como la pintura, escultura, música, etc.), y lejos han quedado personajes de la talla de Leonardo, Agripa y Paracelso por nombrar sólo algunos. Hoy día es raro encontrar alguno que hubiese asistido a alguna universidad y obtenido algún título formal de alguna clase, o que aprendiera algún oficio práctico y necesario para la comunidad en que vive. Pocos en verdad saben cultivar la tierra, atender un parto o preparar una elaborada cena. La mayoría vive tan abstraída del mundo, que casi olvida que el mundo real también existe. Hablan de estrellas, planetas y constelaciones, pero son pocos los que atisbaron alguna vez un telescopio o puedan reconocer estos asterismos a ojo desnudo mirando hacia el cielo, y muchos menos los que puedan seguir un rumbo guiados tan solo por las estrellas. De haber nacido algunos siglos atrás, sin dudas, todos ellos estarían sin trabajo…
Antiguamente el astrólogo era una rara mezcla de juglar, maestro, médico y artesano. No había barco que no contara con alguno, pues eran los únicos que podían seguir con seguridad el rumbo sin perderse en alta mar o calcular con exactitud el punto en que se encontraban los navíos. Llevaba las noticias de un sitio a otro; enseñaba no sólo a leer y escribir sino que era de los pocos que tenía algún conocimiento de las que ahora llamamos ciencias; sabía tanto de historia como de los mitos y las leyendas; y en su función sanadora curaba tanto las almas como los cuerpos. Cumplía cabalmente las funciones de un meteorólogo y calculaba certeramente el tiempo de la siembra y la cosecha, los solsticios y equinoxios, y también cuándo habría algún eclipse. Contrariamente a lo que podríamos imaginar por esta descripción, tan cercana a la figura de un Mago o de un Hechicero, en su mayoría eran personajes que portaban en sí una profunda fe religiosa, sea porque pertenecían a alguna orden monacal o por haber sido formados por la Iglesia, ya que en esos tiempos no existían escuelas en donde obtener una formación laica en ninguna parte.
Lo cierto es que en la actualidad, una era en donde se hace tanto hincapié en el conocimiento y la verdad para opinar sobre cualquier cosa, el Arte astrológico constituye un misterio para la mayoría de las personas. Aún persisten los prejuicios y la ignorancia generalizada sobre la realidad de la profundidad que tiene el tema. Es verdad que tanto la ciencia formal como la religión se han preocupado y ocupado de que así sea, pero lo sorprendente es que la mayoría de aquellos que se dedican a su práctica no hagan nada al respecto o que, simplemente, les sigan a éstos la corriente. Lentamente vemos como se va degradando y deformando nuestro preciado arte a nivel popular, hasta convertirse en aquello que nos han hecho creer que es aquellos que están fervientemente en su contra: una superstición absurda practicada por oportunistas y estafadores que explotan la ignorancia de las gentes incultas. De seguir así, no me extrañaría para nada que lentamente se vaya diluyendo y finalmente desaparezca como parte importante que es de la cultura humana.
Creo que debiéramos aprovechar este 2009 que ha sido declarado por la Organización de las Naciones Unidas como “Año Internacional de la Astronomía”, para recordarle al mundo cuál es el origen de esa honorable ciencia por todos los medios a nuestro alcance con veracidad, criterio y rigurosidad, acercando y promoviendo nuestro Arte en todas partes, tanto en las entidades culturales de todo orden, escuelas y universidades, como en los espacios públicos de los parques y las plazas entre aquellos que más lo necesitan: El hombre de a pié, al pueblo liso y llano.